Belén, tierra de milagros
La historia de la pequeña ciudad de Belén es extraordinaria. Desde los tiempos bíblicos entre sus ciudadanos se encuentran personajes de gran importancia histórica, política y religiosa. El famoso rey David, por ejemplo, es un buen representante de esa tradición de líderes, pues fue en Belén que desarrolló sus habilidades musicales y pastoriles que con el tiempo le ganaron la fama.
José el carpintero, que se casó con María de Nazaret, provenía también de Belén de Judea. En esa ciudad aprendió el oficio que posteriormente ejercería en la Galilea. Y como ciudadano responsable, estaba de camino al hogar de sus padres para cumplir con las órdenes del censo, cuando a María le llegó el tiempo del alumbramiento. Por ese particular detalle histórico, Jesús nació en Belén, muy cerca de Jerusalén, y no en el norte palestino, en Nazaret, donde ejerció su ministerio y vivió la mayor parte de su vida. Los evangelistas cristianos interpretaron estos eventos como el cumplimiento de antiguas profecías en torno al Mesías.
Con el tiempo, y para celebrar el nacimiento de Jesús el Cristo, Belén se convirtió en un centro importante de peregrinaciones para la fe cristiana. Creyentes de diversas tradiciones y confesiones llegan a Belén para revivir y recordar la historia que la ciudad representa, para revisar y disfrutar los mensajes que el lugar afirma, para peregrinar y contemplar sus magníficos templos, y para afirmar y celebrar la esperanza que se pone de manifiesto con el mensaje del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, en esa muy pequeña pero histórica ciudad.
En la actualidad, sin embargo, Belén, símbolo grato de la fe cristiana, sufre intensamente por las políticas y los conflictos en el Oriente Medio, específicamente por las complicaciones, los problemas, las guerras y los malentendidos entre palestinos e israelíes. La paradisíaca aldehuela de los cánticos espirituales, está herida por una extraordinaria muralla que la separa de Jerusalén, su hermana gemela en cultura e historia, y que impide la transportación adecuada y la comunicación efectiva de sus ciudadanos con sus familiares y amigos en el resto de Palestina. Los campos y valles que por centurias fueron testigos perennes y silentes del movimiento continuo de los rebaños de ovejas, ahora están desiertos, sin la presencia grata y significativa de los personajes que dieron lustre a la ciudad, los pastores de Belén.
La actual ciudad de Belén, además, está rodeada por varios asentamientos de colonos judíos, saturada de puntos militares de cotejo y revisión, y llena de obstáculos físicos que dificultan la vida diaria sobria a la que estaban acostumbrados sus ciudadanos a través de la historia. Belén, cuna del cristianismo y símbolo de paz y esperanza para la humanidad, está cautiva en una serie compleja de negociaciones de paz y conflictos diarios que no promueven la salud mental y espiritual de sus ciudadanos y que afecta adversamente la cotidianidad de la ciudad donde nació, de acuerdo con la teología cristiana, el Salvador del mundo.
Una de las consecuencias adversas de esta crisis, que ciertamente tiene serias implicaciones económicas, es la emigración de familias cristianas de la ciudad. Se estima que desde el año 2000 más de 400 familias cristianas se han mudado de Belén para buscar mejores ambientes para sus hijos e hijas, y para disfrutar de la paz que no pueden tener en sus hogares. Y con la salida de estas familias disminuye considerablemente la población cristiana en la ciudad y se afecta adversamente la presencia cristiana en esos lugares santos que tanta significación tiene para las iglesias y los creyentes.
En diálogo con una joven palestina de Belén, Nohemí, mi esposa, le preguntó si pensaba que los diálogos de paz actuales brindarán algún fruto positivo para sus ciudadanos. A lo que ella respondió con seguridad y esperanza: No debemos olvidar que en este lugar nació el Príncipe de la paz… Ésta es tierra de milagros…
Dr. Samuel Pagán
Global Ministries