Puente para que cruce la paz

Puente para que cruce la paz

“Fuimos a una región del mundo que está herida por guerras económicas, sociales y religiosas. En ese ambiente nosotros nos consideramos agentes de paz.”

Cuando Samuel y Noemí se conocieron en el Recinto Universitario de Mayagüez era imposible que imaginaran adónde los llevaría el recorrido que iniciaban juntos. En ese momento él estudiaba ingeniería química y ella se preparaba para una carrera en enfermería. Pero con el correr del tiempo enfrentarían profundos cambios en sus vidas profesionales.

“Nosotros somos bendecidos”, afirma el hoy doctor y reverendo Pagán al hablar sobre la misión que los llevó a ambos a Jerusalén, donde residen desde hace un año y medio. “Fuimos a una región del mundo que está herida por guerras económicas, sociales y religiosas. En ese ambiente nosotros nos consideramos agentes de paz”.

Su fe –ambos son ministros ordenados de la Iglesia Discípulos de Cristo- los ha inspirado a realizar una búsqueda constante de conocimientos y experiencias que ahora han puesto al servicio de su trabajo en el Oriente Medio.

Esa búsqueda comenzó para él luego de graduarse de la Universidad de Puerto Rico. Samuel, que siempre había tenido interés en las humanidades, decidió estudiar una maestría en teología en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. No conforme con completarla, asistió luego a la Universidad de Princeton para cursar otra en teología y arqueología. A fines de los años 70, se matriculó en el Jewish Theological Seminary, que está asociado a la Universidad de Columbia, para completar un doctorado en literatura hebrea.

Durante este periodo, la familia había crecido con la llegada de sus dos hijos varones. Muy consciente de la rapidez con que se esfuman los años de la niñez y adolescencia, Noemí se había dedicado por completo al cuidado de su familia. “Pero cuando Samuel decidió comenzar un postdoctorado en Texas, yo quise estudiar teología allí. Y luego completé la maestría en Florida”, dice. Su siguiente proyecto fue cursar un doctorado en teología.

Los intereses profesionales de ambos se han fortalecido gracias a las oportunidades que han creado para trabajar juntos. Samuel ha enseñado teología en diversas instituciones puertorriqueñas e internacionales, ha traducido y supervisado la traducción de la Biblia que usan católicos, evangélicos y protestantes, y ha dirigido y fomentado el diálogo ecuménico. Autor de 30 libros, sus obras han sido traducidas al inglés, alemán, italiano y polaco. Su último texto se titula “Introducción a la literatura hebrea” y será traducido al árabe. “No hay muchas personas que trabajen en el hebreo y el castellano”, afirma Samuel.

Noemí, por su parte, se especializó en educación de espiritualidad transformadora. Con los hijos ya adultos y cuatro nietos –”tenemos tres nietos varones y una nena que llegó en diciembre, ¡por fin!”, comenta Noemí-, hay tiempo para viajar, estudiar, escribir, enseñar y relacionarse con personas cuyas culturas y religiones son diferentes.

En el 2008 una institución académica de Jerusalén los invitó a unirse a su facultad. Samuel enseña literatura hebrea y Noemí, español. Proyectan permanecer un total de cinco años en esta ciudad.

Como “agentes de paz”, su propósito es fomentar el diálogo entre cristianos, judíos y musulmanes. Noemí está especialmente atenta a las necesidades, inquietudes y limitaciones que enfrentan los niños, los jóvenes y las mujeres. “Es un mundo desafiante, pero yo siento que mi relación con estos grupos es muy fuerte, muy sólida, no sólo como profesora sino como una amiga”, dice.

La experiencia, aseguran ambos, los ha transformado. “Al observar cómo ellos agradecen lo poquito que tienen, me doy cuenta de lo poco que en nuestros países valorizamos la abundancia que tenemos. Ellos dicen: ‘Hoy no tenemos nada, pero ¿qué podemos hacer a pesar de eso?’. Y las mujeres estudian y tienen deseos de progresar en circunstancias de que enfrentan serias limitaciones culturales. Eso cambia la manera de pensar del extranjero que visita esta zona; se aprecia más lo pequeño, lo poco”, señala Noemí.

Su posición ante el conflicto del Oriente Medio es clara: ambos defienden la estabilidad de Israel y, también, la existencia de un estado palestino fuerte y seguro. “La seguridad de Israel no se puede fundamentar en el dolor de los palestinos, pero los palestinos tienen que entender también que no se puede borrar a Israel del mapa”, señala Samuel.

La experiencia de vivir en Jerusalén los ha puesto en contacto con el mundo que se espera para dentro de 25 ó 50 años. “Hasta mediados del siglo 20 podía decirse que las religiones estaban distribuidas por regiones geográficas. Las migraciones, el desarrollo de las comunicaciones, el transporte, Internet, han cambiado todo esto. Ahora los cristianos podemos tener como vecinos a musulmanes, judíos y budistas. Esto significa que debemos aprender a respetar, a tolerar, a aceptar y a estimular la interacción que conduzca a la comprensión mutua”, afirma Samuel.

El matrimonio enfrenta en Israel nuevamente el desafío de llevar un mensaje que promueve la armonía y la justicia social en un mundo convulsionado. Las herramientas que utilizan para llevar a cabo esta labor son efectivas y poderosas: una fe indestructible, su pasión por el conocimiento y el amor que los une y los ha fortalecido desde ese encuentro juvenil en Mayagüez.

[Source: El Nuevo Día.]