The Migrant Caravan from Central America/ La Caravana de Migrantes de Centroamérica

The Migrant Caravan from Central America/ La Caravana de Migrantes de Centroamérica

The phenomenon of mass migration, in which migrants embark on the road and protect themselves, is new. So far, the migrants relied on the help of coyotes, largely linked to criminal networks. They were vulnerable and exposed to kidnappings, extortion, rape, murder, and disappearances. In this new phenomenon, they protect each other and the humanitarian society covers them with gestures of love that are faithful to the gospel (I was a stranger and you took me in… Mt 25:35).

There are networks of shelters – houses of migrants – throughout the migrant route. In Guatemala City, there is one very close to the Ecumenical Christian Council of Guatemala that welcomes migrants and overflows humanitarian aid (clothing, food, mats, psychologists, pastors, priests, young people, and a hairdresser offering his talent), creating an oasis in the desert of this tortuous pilgrimage.

I came to this house to offer something of myself. There, my Honduran brothers appeared to me:

An adult with three teenagers, ages 15 and 16-years-old, shared, “We undertook the trip from Tocoa, a territory towards the north controlled by drug trafficking, because we have no studies but we dream of a better life and having a decent job.”

Luis and his 12-year-old son along with Dulce María and her 7-year-old daughter, Walter, 40 years old, and Anael, 25, all from Tegucigalpa, travel together. Dulce María shared, “I bought and sold cucumbers, but many times, they do not sell and spoil. My grandmother raised me. She is the only family. I have three daughters, and I only have to see them. I’m leaving my land because I want to help my grandmother. My two girls, 12 and 9, stayed with the grandmother, I brought the seven year old.”  Between tears and sobs, Dulce María told me, “I have to support my grandmother and to take my girls forward. One day thieves entered my little house with a broken roof, where that there is no rubber to prevent water from entering, and stole the TV and my towels. I want a better life.” Walter shared, “I sell toy trumpets in the street. Selling is difficult, and one gets anxious when your spouse is asking for milk for your daughter and there is no money to buy it.”

Of the same area, four adults and two children joined and embarked on the pilgrimage. Dulce said, “When I saw others leaving, I said to myself, I’m going to try too. So far, it has been difficult. When we reached the border of Guatemala, we crossed the mountain. The Guatemalan police told us, come alone to sign the entry. We went with them, and what they did was return us to Honduras. Twice it happened to us until, finally, we passed.” Dulce says, “the hardest part of this first stage was walking a whole day and stopping when it was raining to shelter the children while we got wet in the open.”

Father Mauro Verzelette, director of Migrant House, in an interview with the newspaper Prensa Libre on October 20, said that after the war, Hondurans, Salvadorans, Guatemalans, and Nicaraguans expected the state to be an ally of the neediest, but instead established a market model at the service of private industries. These migrations show that this model was a fiasco. These massive human displacements are the cry of the poor and excluded who no longer endure violence and poverty and who urge for a radical change of the model.

The poor and excluded Honduran migrants cry out, “examine the complicity of the country to which we intend to go in the placement of illegitimate presidents who violated the popular will and manipulated institutions and laws.”

They shout, “take away from the security forces, the custodians of the borders, because the army, immigration agents, and border patrol police are united with organized crime and drug trafficking and violate human rights.”

Honduran migrants shout for health, education, decent employment, land for all.

Let us be vigilant, let us see if there is a political game with these human displacements to influence the elections of the US legislative body in just two weeks in November. Maybe they want to push hard to crush the Democrats. No wonder we are playing with human pain for political purposes. Although there is a tangle, hope of the kingdom is an awakened people, who hear and live the gospel, and which Christ, the migrant, announces redemptive ways and invites others to follow. We walk with them, and we accompany Dulce María and her little daughter and her companions on this pilgrimage. Let us unite in this pilgrimage that undoes condemning stripes; like the hairdresser, we offer what we have to transform the borders of death into bridges of life.

*****

El fenómeno de la migración en masas, en el que los migrantes emprenden el camino y se protegen por ellos mismos es nuevo. Hasta aquí los migrantes se valían de la ayuda de coyotes, en su gran mayoría ligados a redes delincuenciales, por lo eran presas vulnerables expuestas a secuestros, extorsiones, violaciones de las hijas, hermanas y esposas y enjaulamientos en prostíbulos, asesinatos y desapariciones. En este nuevo fenómeno se protegen unos a otros y la sociedad humanitaria los cubre con gestos de amor fieles al evangelio (porque fui forastero y me recogisteis… (Mt. 25:35).

Existen redes de albergues – casas de los migrantes – en toda la ruta migrante. En la ciudad de Guatemala, hay una muy cercana al Concejo Ecuménico Cristiano de Guatemala que acoge a los migrantes y a la que se desborda la ayuda humanitaria (ropa, comida, colchonetas, psicólogos, pastores, sacerdotes, jóvenes hasta un peluquero ofrenda su talento), creando un oasis en el desierto de esta tortuosa peregrinación.
A esta casa me llegué a ofrendar algo de mí. Allí, mis hermanos hondureños se mostraron a mí:

– Somos 3 jóvenes de 15 y 16 años y un adulto: Emprendimos el viaje de Tocoa, un territorio controlado por el narcotráfico, hacia el norte, porque no tenemos estudios, pero soñamos con una mejor vida y con tener un trabajo digno.
– Luis y su hijito de 12 años, Dulce María y su hijita de 7 años, Walter de 40 años y Anael de unos 25, todos de Tegucigalpa van juntos. Dulce María, yo compraba y vendía pepinos, pero muchas veces no se venden y se echan a perder. Mi abuela me crio. Ella es única familia. Tengo 3 hijas, y sola tengo que ver ellas. Salgo de mi tierra, porque quiero ayudar a mi abuela. Mis 2 niñas, de 12 y 9, quedaron con la abuela, yo traje la de 7 años. Entre lágrimas y sollozos, Dulce María me decía, tengo que apoyar a mi abuela y que sacar mis niñas adelante. Uno de estos días, ladrones entraron a mi casita de láminas con techo roto que no hay hule que impida entre el agua, y me robaron la TV y mis toallas. Quiero una mejor vida.
-Walter: vendo cornetas en la calle. Es difícil que salgan las ventas, y se angustia uno cuando la mujer le pide leche para la niña y no hay el dinero para comprarla.

De la misma colonia se unieron los 4 adultos y 2 niños y emprendieron la peregrinación. Dulce decía, “cuando vi a otros saliendo, me dije, yo también lo voy a intentar. Hasta ahora ha sido difícil. Cuando llegamos a la frontera de Guatemala, cruzamos por la montaña. Los policías guatemaltecos nos dijeron, vengan solo a firmar la entrada. Nos fuimos con ellos, y lo que hicieron fue devolvernos a Honduras. Dos veces nos pasó lo mismo hasta que, por fin, pasamos. Dulce dice, lo más duro de este primer tramo fue caminar un día entero y parar cuando a cantaros llovía y guarecer los niños con hule y nosotros quedar mojándonos a la intemperie.

El Padre Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante, en una entrevista que le hizo el diario Prensa Libre el 20 de octubre dijo, después de la guerra los hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses esperaban que el estado fuera aliado de los más necesitados, pero instauró un modelo de mercado al servicio de la iniciativa privada. Estas migraciones muestran que ese modelo fue un fiasco. Estos masivos desplazamientos humanos son el grito de los pobres y excluidos que ya no soportan la violencia y la pobreza y que urgen por un cambio radical de modelo.

– Gritan los migrantes hondureños, pobres y excluidos, examinen la complicidad del país al que pretendemos ir en la colocación de presidentes ilegítimos que violentaron la voluntad popular y manipularon las instituciones y las leyes.

– Gritan ellos y ellas, quítenles a las fuerzas de seguridad el custodio de las fronteras, porque el ejército, los agentes de migración, la policía transfronteriza, se ven unidos con crimen organizado y el narcotráfico y violan los derechos humanos.

– Gritan los migrantes hondureños por salud, educación, empleo digno, tierra para todos y todas.

Estemos atentos, veamos si hay juego político con estos desplazamientos humanos para influir en las elecciones del cuerpo legislativo de EEUUU en apenas 2 semanas en noviembre. Quizá quieran impulsar la mano dura para aplastar a los demócratas. No nos extraña que se juegue con el dolor humano con fines políticos. Aunque haya maraña, esperanza del reino es un pueblo despierto, que oye y vive el evangelio, y cual Cristo, el migrante, anuncia caminos redentores e invita al seguimiento. Caminamos nosotros con Él, y acompañamos a Dulce María y su hijita y sus compañeros en esta peregrinación. Unámonos en esta peregrinación que deshace vayas y rayas condenatorias; cual el peluquero, ofrendemos lo que tengamos para transformar las fronteras de la muerte en puentes de la vida.

 

Ricardo Mayol serves with the Ecumenical Christian Council of Guatemala (CECG). His appointment is made possible by your gifts to Disciples Mission Fund, Our Church’s Wider Mission, and your special gifts.