Paz en la Tierra Santa: Una vez más…
On peace in the Holy Land, in Spanish
Las dinámicas políticas y los esfuerzos diplomáticos en el año 2011 avanzaron la causa del reconocimiento de Palestina como un país independiente, pero no se movieron mucho hacia la implantación de un acuerdo real de paz duradero entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina. Muchas naciones del mundo aceptaron la realidad de que los palestinos deben tener su estado independiante al lado de Israel; y a la vez, reconocieron que los esfuerzos y las dinámicas que propician los diálogos fructíferos de paz no han sido exitosos.
Las acciones entre las partes en conflicto han sido claras: Israel inició una campaña diplomatic internacional para afirmar que no hay sustitutos a los diálogos y las negociaciones de paz; y la Autoridad Palestina llevó a efecto una avanzada dinámica para el reconocimiento de un estado palestino en las fronteras del 1967. Y en medio de esos dos esfuerzos decididos y firmes, las comunidades amantes de la paz, tanto israelís como palestinas, esperan y esperan…
Varios temas en torno al conflicto deben reafirmarse: El Estado de Israel tiene el derecho claro a vivir en paz y seguridad dentro de sus fronteras; y los palestinos deben lograr sus aspiraciones de organizar su estado independiente y soberano. Esas dos aspiraciones no están reñidas, y forman parte de los anhelos no solo de la gente amante de la paz entre los grupos en conflicto, sino son parte de los reclamos de la comunidad internacional.
Un factor de gran importancia política, ideológica, económica y social juega un papel protagónico en el conflicto: Los asentamientos judíos. Desde la perspectiva israelí, estas construcciones y proyectos de vivenda son parte del desarrollo normal de cualquier sociedad que está en crecimiento. Desde la óptica palestina, son construcciones ilegales en territorios que no están dentro del territorio de Israel, de acuerdo con los acuerdos del 1967. Y ambos grupos están firmes en sus posturas, dando muy poco espacio para la negociación fructifera y el diálogo productivo. Inclusive, los palestinos reclaman que se detengan los asentamientos como un prerequisito para reanudar los procesos y las negociaciones de paz; y los judíos afirman, entre otros argumentos, con igual vehemencia, que ellos construyen en los lugares que posteriormente formarán parte del Estado de Israel, aunque las fronteras finales no se han definido totalmente.
Ambos grupos han tratado de criminalizar al oponente en contextos nacionales e internacionales. Con argumentos parcialmente correctos, tanto israelíes como palestinos se presentan a los diversos foros para acusar al adversario de violar los derechos humanos y de irrespetar las decisiones de la ONU. Poco a poco, sin embargo, la credibilidad de ambos grupos va decreciendo, pues las naciones donantes, particularmenmte el llamado «Grupo de los cuatro» (EUA, Rusia, UE y ONU), se van cansando de inverter recursos económicos y diplomáticos en un proyecto de paz que no se materialize ni avanza. Además, los argumentos para sostener el estado actual de cosas es cada vez más frágil, precario e injustificable.
Los palestinos son posiblemente una de las últimas poblaciones del mundo que viven una ocupación militar prolongada; e Israel es quizá la única nación objeto de ataques diarios con cohetes a su población civil. En efecto, estamos ante una situación ideológicamente compleja que solo tiene solución política. ¡Ya las opciones militares han probado ser inefectivas e incapaces de poner fin al conflicto!
El camino para lograr la paz entre israelíes y palestinos es el diálogo sin prerrequisitos, y las negociaciones con todos los sectores de la población interesados en el establecimiento de una paz duradera, que se fundamente en el reconocimiento de los derechos humanos y la afirmación de la justicia.